Un minuto con Dios

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No es difícil ser valiente, sentirse valiente, cuando todo va saliendo bien; y aun tampoco es difícil sentirse valiente mientras se está en la lucha.

Es que la lucha templa los aceros del espíritu.

Pero sentirse valiente en la derrota, eso ya no es tan fácil.

Sentirse con ánimo de seguir adelante cuando todo se derrumbó, cuando todo salió mal, eso es propio sola­mente de los verdaderos valientes.

Sentirse con fuerzas y ánimos aun en la propia de­rrota, está reservado a los hombres auténticos, que han puesto su confianza en Dios, que de la derrota más humillante son capaces de hacer surgir la más esplén­dida victoria.

No te olvides de que las grandes victorias pueden estar muy cercanas a las grandes derrotas; está en ti y en Dios el que la derrota se convierta en victoria.

“No perdáis ahora vuestra confianza, que lleva con­sigo una gran recompensa. Necesitáis paciencia en el sufrimiento, para cumplir la voluntad de Dios y con­seguir asi lo prometido” (Heb, 10, 35-36).

Hay que tener también paciencia en nuestros mismos fracasos, en las mismas derrotas y caídas; Dios permite todo eso en nuestra vida porque quiere que nos mantengamos en la humildad.

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