La Iglesia Muerta

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Cuatro amigos se juntaron a congregar en una Iglesia, estos tenían nombres muy peculiares, uno se llamaba “Cualquiera”, el otro se llamaba “Alguien”, el nombre del tercero era “Todo el mundo” y el nombre del cuarto era “Nadie”.

De todos “Nadie” era el más decente y el más dispuesto, “Nadie” visitó, “Nadie” trabajó en el templo, “Nadie” ayudó a los enfermos, “Nadie” colaboraba siempre.

Un día hacía falta un maestro para la Escuela Dominical en la Iglesia, “Todo el mundo” pensó que “Cualquiera” lo haría, “Cualquiera” pensó que lo haría “Alguien” , ¿Quien fue que lo hizo? “Nadie”.

Otro día había un alma necesitada, “Todo el mundo” pensó que “Cualquiera” le hablaría de Cristo, “Alguien” pensó que la Iglesia haría el esfuerzo, “Todo el mundo” pensó que de última el pastor lo haría, ¿Sabes quien lo ganó para Cristo? “Nadie”.

Cuando entran en una Iglesia estos cuatro amigos, la Iglesia comienza a morir.

Cuenta una historia, que le ofrecieron a un joven pastor, hacerse cargo de una Iglesia donde congregaban estos cuatro amigos, la Iglesia estaba fracasada, el pastor oro a Dios, pidiéndole sabiduría, no sabía como iba a hacer.

Una mañana se le ocurrió una idea y se dirigió a las oficinas del diario del pueblo, publicó en el diario local una convocatoria, en la sección obituario, un aviso fúnebre que decía así:

“El próximo domingo, en las instalaciones del templo evangélico de nuestra ciudad, realizaremos el servicio fúnebre, para despedir los restos mortales de nuestra querida y tradicional Iglesia, quien lamentablemente ha fallecido hace un tiempo; Invitamos a todos los amigos y familiares a brindarle la última despedida.”

Por supuesto esto despertó el interés y la curiosidad de todos, en la ciudad no se hablaba de otra cosa, los miembros esperaban con ansias que llegara el domingo.

Cuando ese día se abrieron las puertas del templo, una multitud aguardaba afuera, uno a uno fueron entrando y ocupando en silencio un lugar en las bancas, en el frente, detrás del púlpito el joven pastor esperaba, frente a la plataforma un ataúd lustroso, descansaba sobre sus pedestales, rodeado de algunas coronas y flores.

El pastor comenzó un servicio, después de saludar a los presentes, habló sobre las bondades de la querida Iglesia evangélica local, sus comienzos, sus logros y sus momentos de gloria, luego dijo: Lamentablemente hoy nos hemos reunidos para despedirla, y quiero invitarles que de uno en uno, vayan pasando a darle el último adiós, antes de sepultarla.

Así comenzaron vacilantes a acercarse al féretro, en el fondo del ataúd prolijamente, se había colocado un gran espejo, cada uno que miraba dentro, se miraba a si mismo, muchas lágrimas comenzaron a correr por aquellos rostros., fue un momento de profunda reflexión.

De esa forma el joven pastor comenzó la restauración de aquella congregación fracasada, con mucho éxito.

Sergio Gebel

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