Un minuto con Dios

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La perfección de las cosas no está en hacerlas, sino en hacerlas bien; y para hacerlas bien es preciso fijarse en los detalles.

Los detalles de la vida, que son múltiples y minúsculos, pero que son los que hacen que la vida sea agradable y recta.

Cerrar bien la puerta de un armario, sin estruendos ni violencias; dejar en orden y en su debido lugar las prendas de vestir; ser puntual en acudir a su debido tiempo a una reunión, sin hacer esperar a los demás; no fumar cuando el humo del cigarrillo molesta el vecino, teniendo con él esa mínima atención; ser responsable en todas las pequeñas cosas que se nos han encomendado.

Detalles. .. detalles… pero detalles que van configurando las cosas, las van perfeccionando, las van elevando.

Fijarse en esos detalles no es vulgaridad, sino delicada perfección, ansia de mejoramiento.
“Mirad cómo proclamamos felices a los que sufrieron con paciencia. Habéis oído la paciencia de Job en el sufrimiento y sabéis el final que el Señor le dio; porque el Señor es compasivo y misericordioso” (Sant, 5, 11).

Se necesitará no poca paciencia para ser fiel en los detalles; pero ahí está la verdadera perfección.

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