Un minuto con Dios

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No digas nunca: “Ya no puedo más”.

No sabes cuánta es la fuerza que descubre en sí el que se mira por dentro, el que se decide a seguir po­niendo esfuerzos, cada vez más redoblados.

No digas que no puedes más, cuando se trata de corregir tus defectos; siempre puedes poner un esfuer­zo más.

No digas que no puedes más, cuando se trata de su­frir; lo que tú has sufrido, ciertamente que no ha lle­gado a lo que otros están sufriendo a tu lado; si ellos pueden más, ¿por qué tú no podrás?

No digas que no puedes más, cuando se trata de ayudar a los otros; es tanto lo que tú tienes, para dar­les, que nunca darás lo suficiente y nunca te darás del todo.

Sé más optimista contigo mismo, tente más confian­za, cobra más valor, dilata tus horizontes, descubre nuevos campos de acción.

Sea éste tu lema: “¡Siempre más y siempre mejor!”.

“Trabajad con temor y temblor por vuestra salva­ción, pues Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece” (Filp, 2, 13).

Si de Dios procede nuestro querer y nuestro obrar, a Dios debemos recurrir, siempre que sintamos que nuestras fuerzas y nuestro entusiasmo van disminuyendo o apagándose.

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