Un minuto con Dios

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Siempre está en nuestros planes hacer algo; nunca desistimos de pretender hacer algo, pero nunca llega­mos a hacerlo.

Tú pasas la vida haciendo planes; esos planes raras veces llegan a ser realidades, ni para ti, ni para los demás.

No son realizados por ti, pues sigues, más bien, haciendo nuevos planes, en lugar de realizar los ya planeados y aprobados; por los demás tampoco, pues no son planes que ellos hayan organizado.

De esta forma, nunca terminas de planificar y nunca comienzas a realizar; y así terminas un año y vuelves a comenzar; y así terminas tu vida y comenzarías de nuevo tu vida, si pudieras.

¿No habrá llegado ya el tiempo de la realización, que suplante al de la planificación?

Para ello, planea cosas realizables por ti; entrégate de una vez por todas a una acción de bien; piensa menos y realiza más; no dejes para mañana lo que de­bes realizar hoy.

“¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos y ver si tiene para acabarla? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: «Este co­menzó a edificar y no pudo terminar».” (Luc, 14, 28).

Muy buenos son, pues, los propósitos; mejores, las realizaciones; más fructífero es prometer poco y cum­plirlo, que prometer mucho y no cumplirlo.

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