Un “juego” donde nadie gana

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Estuvimos confinadas durante siglos al hogar, nos dijeron que no podíamos sentir orgasmos, votar, tener una profesión, y producir nuestro dinero; lograrlo costó la sangre, el sacrificio y las lágrimas de muchas mujeres, y gracias a ellas hoy podemos tomar las decisiones más importantes de nuestras vidas, casi globalmente.
En nuestra recién encontrada libertad nos gustó también la fuerza bruta de los hombres, tener el control, probar la vida más allá de los límites y aprendimos a ser infieles, a emborracharnos, y a amar a las yipetas.

Ahora, intercambiamos roles continuamente y en este arroz con mango nuestras relaciones luchan por avanzar, pero no estamos seguros de cómo hacerlo o qué le corresponde hacer a cada quién.

Hay un libro no escrito, pero que está en la memoria colectiva, que guía nuestras relaciones. Este “libro” dice, por ejemplo, que las mujeres se enamoran por el oído y los hombres por los ojos, que los hombres son de la calle y las mujeres de la casa, que los hombres deben tomar la iniciativa al enamorarse y las mujeres esperar a ser cortejadas, que es imposible que los sexos opuestos sean amigos, y que un hombre siempre debe pagar la cuenta. El “texto” es asumido en partes o totalmente y hay quienes tienen su versión, acomodándolo a su libre albedrío y antojo.

Sin embargo, en nuestro caminar mujeres y hombres hemos luchado por zafarnos de estos estereotipos, aunque en el proceso nosotras nos hemos vuelto menos tiernas y ellos menos caballerosos.

John Gray descubrió que “Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus”, sin embargo aún no aprendemos a amar nuestras diferencias. Así los hombres parecen muy afanados en llevarnos a la cama y nosotras estamos muy desesperadas por casarnos.

En esta prisa lo que pueda haber en el intermedio se ve como desinterés, y muchas relaciones no arrancan por los malos entendidos, al negarnos a fluir sin ideas preconcebidas de cómo debe iniciar o en qué debe terminar la relación.

En el fondo, hay mucho miedo a dejar de lado ese “libro” obsoleto, a mirarnos directamente a los ojos y descubrir cómo eres tú en vez de descubrir lo que nos han dicho de los hombres y las mujeres a través de ti.

Alguien me dijo que las relaciones entre hombres y mujeres son como un juego de ajedrez donde ambos terminan destrozados; y es cierto, en esta batalla por el dominio nos hemos lastimado y guardamos resentimientos.

Históricamente los hombres han sido abusivos, desarrollando en cambio las mujeres astucia y una fuerza sutil para constituirse en el verdadero poder detrás del trono. Ya es tiempo de equilibrar estas energías teniendo amor, compasión, y respeto el uno por el otro. Con esto daríamos un respiro al Creador que no ha estado tranquilo desde aquel día en que en el Paraíso hubo un primer desencuentro entre esos dos tortolitos novatos llamados Adán y Eva.
Natacha Féliz Franco

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