Un minuto con Dios

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“Felices los que tienen el corazón recto, porque verán a Dios”.

Es difícil poder afirmar con verdad que tene­mos el corazón recto; siempre se anidan en él instintos humillantes y perversas inclinaciones; ¡nos es tan natu­ral criticar a los demás! ¡Pensar mal de ellos! ¡Echar a mala parte sus acciones! ¡Sospechar de sus inten­ciones!

Hay en nuestro corazón una carga de soberbia y de agresividad que con frecuencia se manifiesta en nuestro modo de proceder y en el trato con los demás.

En cambio, los que tienen el corazón recto, los que son sencillos de corazón, los que no tienen malicia ni la suponen en los demás, los que son de corazón limpio y que con limpieza ven todas las cosas, ellos son los que verán a Dios.

Si tú no ves a Dios con más frecuencia, ¿no será por­que no tienes tu corazón suficientemente limpio?

Por­que el corazón sucio es el que ensucia la vista del alma y con esa vista sucia es imposible llegar a ver a la divi­nidad.

“Para los limpios, todo es limpio; mas para los con­taminados e incrédulos nada hay limpio, pues su mente y conciencia están contaminadas” (Tito, 1, 15).

Sola­mente con el corazón limpio se tienen limpios los ojos y solamente con los ojos limpios se puede ver a Dios. Si no ves a Dios, examina tus ojos y tu corazón.

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